Sentimientos encontrados

Hoy he salido a buscarte, a tropezar contigo entre la multitud de gente que no llega a final de mes, pero amplía su crédito en las rebajas.

La previsión de nieve durante la tarde no impidió que saliera de mi cueva, que cogiera un autobús y, de repente, en mitad de la Castellana decidiera continuar paseando. Me bajé justo enfrente del Café Gijón, sin bufanda ni guantes y con el mismo abrigo que hace diez años mi padre ya hacía una década que llevaba. Me gusta pasear y observar a la gente… pero al llegar a Cibeles decidí que hoy era mejor observar sentado y sin pasar tanto frío.

Al llegar a Callao comencé mi rutina de perderme por las calles más deshabitadas, sin buscar nada en concreto, simplemente andar y observar. En cada calle aparecía un recuerdo de cualquier otro lugar, un futuro incierto que cada día me cuesta más imaginar.

Entonces comenzaron a caer los primeros copos de nieve, y me sentí viejo al tratar de recordar el tiempo en el que el hombre del tiempo se equivocaba constantemente. Por suerte siempre fui precavido, y paraguas en mano busqué un bar donde tomar un café antes de coger el autobús de regreso a casa.

Al atravesar de nuevo La Milla de Oro no pude evitar fijarme en los vagabundos sentados en aquellas esquinas, rodeados de bien vestidas y abrigadas que transitan con total indiferencia y, si acaso, con aires de superioridad y cara de asco.

Mientras llegaba a mi portal caminando bajo la nieve, tenía los sentimientos encontrados; lo hermoso que es ver como nieva para las personas que tenemos un techo donde refugiarnos, y lo triste que resulta ver como hay personas que no tienen ese privilegio, mientras nosotros a menudo no lo valoramos y nos preocupamos por auténticas tonterías.